Una fuente vigorizante

Por Caro Enero 5, 2024

No hace falta ser licenciado en biología para entender que el agua estancada no produce nada bueno. ¡Allí se multiplican las bacterias y también los olores! Para que sea vigorizante, el agua necesita estar en movimiento. ¡Al igual que nuestra relación con Dios!

En el capítulo final del último libro de la Biblia, Dios usa este principio para mostrarnos una vez más la vida producida por una corriente de agua en constante movimiento. “Después me mostró un río límpido, de agua de vida. Era resplandeciente como el cristal, y salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a cada lado del río, estaba el árbol de la vida, el cual produce doce frutos y da su fruto cada mes; las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:1-2 RVC). El río que brota del trono de Dios y del Cordero es un río de agua viva que fluye continuamente. Y como el agua da vida, el árbol de la vida produce frutos aptos para el consumo cada mes y también ofrece curación a través de su follaje. Cuando el agua fluye con regularidad, los frutos se producen con regularidad.

Esta imagen debería convencernos de mantener una comunicación regular con nuestro Padre Celestial y el Cordero. Si dejamos que Su Palabra, Su Presencia, nos inunde cada día, veremos resultados positivos en nuestras vidas. Esto es lo que también enseñó el salmista. “Bienaventurado el hombre que no anda en compañía de malvados, ni se detiene a hablar con pecadores, ni se sienta a conversar con blasfemos. Que, por el contrario, se deleita en la ley del Señor, y día y noche medita en ella. Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos: llegado el momento da su fruto, y sus hojas no se marchitan. ¡En todo lo que hace, prospera” (Salmo 1:1-3 RVC). Si buscamos ser “bendecidos”, necesitamos un flujo constante de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Escuchando los “consejos” de los paganos, toda la charla en nuestras redes sociales, nuestra vida no produce nada bueno. Muchos motivadores modernos dan todo tipo de recetas para encontrar la felicidad y ser próspero, pero la Biblia (¡que es una fuente mucho más confiable!) es muy clara: necesitamos un flujo constante de las Escrituras en nuestra vida diaria.

Para algunos, estos versículos significan volver a conectarse con la fuente. Para otros, estos versículos significan dejar de aferrarse a las revelaciones recibidas hace 10 años y buscar nuevas revelaciones. Tu tiempo diario con Dios puede necesitar un cambio. Pruebe una nueva versión de la Biblia. Iniciar un plan de lectura diferente al del año pasado. Ore por escrito en lugar de orar en voz alta; de pie en lugar de sentado. Cambie de ubicación para estudiar la Palabra. Crea una nueva lista de himnos cristianos para acompañar tu tiempo devocional. Añade quince minutos de reflexión por la noche o durante el almuerzo. ¡Pídele al Espíritu Santo que te inspire! Como en toda relación romántica, debemos encontrar nuevas formas de expresar nuestro amor y avivar la llama para evitar que nuestra relación se estanque.

A través de su Palabra dadora de vida, Dios nos dirá qué hacer y qué evitar para tener éxito en nuestros proyectos. Sus enseñanzas cambiarán nuestro carácter para que podamos ser a imagen de Cristo. Reaccionaremos de manera diferente a nuestras circunstancias y por lo tanto tendremos un resultado diferente. Como dice el pasaje del Apocalipsis y los Salmos, nuestra vida dará fruto y traerá sanación a nuestro alrededor y dentro de nosotros.

Por cierto, cuando un árbol produce frutos, no es para beneficio propio, sino para quienes lo disfrutarán. Sería prudente empezar a analizar el éxito, nuestra prosperidad, observando lo que aporta a quienes nos rodean. Las promesas de riquezas de Dios siempre están ahí para permitirnos ser generosos. ¿Los que nos rodean son edificados y alentados por nuestra presencia, por nuestras palabras y nuestras acciones? ¿Somos un árbol que nutre a quienes nos rodean? Cuando Jesús dejó nuestro mundo, nos pidió que hiciéramos discípulos en todas las naciones (Mateo 28:19-20). ¿Los frutos de nuestra vida hacen crecer a otros cristianos que conocemos? Conéctate diariamente a la fuente vivificante de la Palabra de Dios y traerás sanación a este mundo.