Por Caro Julio 12, 2024
Luchar siempre por la excelencia es un gran rasgo de carácter. Pero exigir la perfección en todo no sólo es difícil para nuestra propia salud mental, también es un motivo que puede romper o abortar una relación sentimental.
A veces hay pasajes de la Biblia que parecen contradecirse entre sí. En Mateo 5:48, Jesús dijo: “Por lo tanto, sean ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto” (RVC). Luego, en 2 Corintios 12:9 el apóstol Pablo relata lo que Dios le dijo: “pero él me ha dicho: Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí”. ¿Deberíamos ser débiles o perfectos? La respuesta: ¡ambas!
Cuando Jesús habla de perfección, aquí está hablando de actuar con el perfecto amor de Dios. “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen, 45 para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:44-45 RVC). Ser perfecto es actuar como lo hace nuestro Padre Celestial. Para ello debemos tener una buena relación con Dios, para que Él nos inspire cómo actuar en diferentes circunstancias. Entonces sí, debemos aspirar en todo momento a actuar y reaccionar como Dios, es decir, perfectamente.
Sin embargo, debemos recordar que la perfección a los ojos de Dios no es lo mismo que la perfección según los estándares del mundo. De hecho, cuando seguimos los caminos de Dios, parecemos tontos a los ojos del mundo. Si somos firmes en nuestras convicciones cristianas, pareceremos intolerantes ante los no cristianos que aceptan todos los pecados carnales de sus semejantes. Un candidato provida siempre tendrá más oposición y críticas que un candidato liberal en sus valores. Un trabajador de la construcción que quiera declarar todos sus ingresos será considerado débil ante sus compañeros. Por lo tanto, no debemos buscar ser perfectos a los ojos del mundo, sino sólo a los ojos de Dios.
Pero Dios sabe que vivimos en un templo de carne y que nos portaremos mal. “Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1 RVC). Entonces, sí, Dios quiere que hagamos los sacrificios necesarios para seguir sus caminos perfectos, pero ya ha proporcionado alivio por nuestros errores. Nuestras debilidades a veces nos llevan a pruebas, pero son estas pruebas las que nos refinan, las que nos hacen mejores porque luego nos vemos obligados a acudir a Dios en busca de salvación. “Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas. Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia. Pero procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada” (Santiago 1:2-4 RVC). Al acudir a Aquel que tiene todas las soluciones en sus manos, aprendemos a escucharlo más. Y es cuando seguimos sus caminos, su palabra, que tomamos las decisiones correctas y cometemos menos errores. “Procura que nunca se aparte de tus labios este libro de la ley. Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8 RVC).
Por lo tanto, buscamos ser lo mejor que podemos en todas las circunstancias, pero tampoco ocultamos nuestra necesidad de ayuda y nuestra dependencia de Dios. Necesitamos este equilibrio para tener compasión de nosotros mismos, pero también de los demás. Cuando una persona exige perfección a sí misma, también la exige a los demás, y este es uno de los peores venenos para una relación. Muchas personas están solteras porque nunca hay nadie lo suficientemente perfecto para ellas. Una mala conducta y ¡listo! ¡Despedido! Ser perfecto como Dios es también poder perdonar como Dios. Es estar dispuesto a ayudar a los demás en sus debilidades y a pedir ayuda en las nuestras. Así que no busques una pareja perfecta: busca una pareja cuyas debilidades sean tus fortalezas y viceversa. Entonces seréis un dúo eficaz para construir el Reino de Dios.