La voz ensordecedora del miedo
¿Cuántas malas decisiones tomamos porque reaccionamos al miedo? Miedo a perder, miedo a ser juzgado por los demás… ¡Cuidado! La voz del miedo puede sepultar la voz del Espíritu Santo y robarnos la paz.
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¿Cuántas malas decisiones tomamos porque reaccionamos al miedo? Miedo a perder, miedo a ser juzgado por los demás… ¡Cuidado! La voz del miedo puede sepultar la voz del Espíritu Santo y robarnos la paz.
La historia de Romeo y Julieta es muy romántica. Sus familias se odian, pero nada puede apagar su llama. Todos quieren experimentar un amor tan fuerte, pero si valoran su vida, o al menos la tranquilidad, ¡consideren bien a sus familias!
Seguramente es una de las primeras frases que formula un niño. “Yo soy capaz”, dirá un niño pequeño, rechazando la ayuda de sus padres para vestirse, comer o bañarse. Incluso los adultos, mantenemos con demasiada frecuencia esta actitud molesta.
Es importante tomarse el tiempo para reflexionar sobre nuestros errores y llorar ciertos eventos desafortunados en nuestras vidas. Pero también hay que saber cuándo es necesario cerrar el capítulo anterior y empezar uno nuevo.
Tuvimos grandes sueños, y luego sucedió lo inimaginable: un divorcio. Una vez que se ha asentado el polvo, resurge el tema de la sexualidad. Si ya no somos vírgenes, ¿aún se aplican los principios de pureza?
Escenario clásico: estamos empezando a limpiar nuestra cocina y recibimos una llamada de un amigo. Una hora más tarde, nuestra limpieza no ha progresado. Sin embargo, poder terminar lo que emprendemos es un activo esencial para el éxito.
Pasamos nuestra vida adulta trabajando duro para pagar nuestros gastos y ahorrar para nuestra jubilación. Sabemos que algún día dejaremos de trabajar. Ahora, en el Señor, nunca somos demasiado viejos para servir.
Por supuesto, hacer lo que Dios quiere es muy importante. Pero Dios no quiere pequeños robots. También quiere que nuestras acciones estén acompañadas de una buena actitud.
“El amor es…” Este es probablemente el pasaje más citado en la ceremonia nupcial. Se hace el último estándar para las relaciones románticas. Pero, ¿tenemos razón al asociarlo con el matrimonio?
Dios nos pide que seamos pacificadores. Para eso, no tienes que estar de acuerdo con todos. Podemos muy bien estar en desacuerdo con alguien sin menospreciarlo o demonizarlo.
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