¡Cuidado: todo el mundo te está mirando!
Somos adultos, tenemos derecho a hacer lo que queramos y no queremos que nadie nos juzgue. Lamentablemente, esta actitud popular no es la que debe tener un hijo de Dios, al menos por dos razones.
Somos adultos, tenemos derecho a hacer lo que queramos y no queremos que nadie nos juzgue. Lamentablemente, esta actitud popular no es la que debe tener un hijo de Dios, al menos por dos razones.
Es mucho más fácil decirle a la gente qué hacer que predicar con el ejemplo. Sin embargo, nuestras acciones son mucho más convincentes que nuestras palabras. Incluso hay beneficios personales al ser un ejemplo a emular.
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